jueves, 23 de octubre de 2014

El terrorismo Internacional es un Engañabobos



El periodista estadounidense Webster Tarpley abordó durante la conferencia Axis for Peace las formas modernas de injerencia, en particular la explotación de la amenaza terrorista. «Es imposible comprender la política actual de Estados Unidos si se subestima el alcance real del 11 de septiembre. Los atentados cometidos en esa fecha constituyeron un golpe de Estado. La guerra contra el terrorismo está basada en un mito y se ha convertido en una religión de Estado obligatoria a partir de esos acontecimientos. La única manera de luchar contra los neoconservadores es destruir ese mito. La creación de una comisión de la verdad, semejante a la de Russell luego de la guerra de Vietnam, podría ayudar a destruirlo.» Entre las principales obras publicadas por Webster Tarpley, se encuentran una investigación sobre la manipulación de las Brigadas Rojas por parte de la Logia P2 y el asesinato de Aldo Moro, una biografía no autorizada de George Bush padre y recientemente un análisis de los métodos utilizados para perpetrar los atentados del 11 de septiembre de 2001.................................................................................

En la  agenda de la inteligencia militar estadounidense Bin Laden obedece a dos tipos de construcciones.

Una verdadera, asociada con las redes secretas del terrorismo, y otra fabricada para consumo mediático.



En la primera, se indica que su formación de soldado terrorista proviene de los sótanos históricos de entrenamiento de la CIA.



Y en la segunda, las evidencias lo señalan como un espectro fantasmal sobre el cual se montan innumerables campañas de prensa internacional.



Cuyos resultados fueron hasta ahora siempre funcionales a los intereses estratégicos del Estado imperial norteamericano, que ya concretó dos invasiones militares (Afganistán e Irak) con la leyenda del "terrorismo de Al Qaeda" como justificativo y telón de fondo.



Al margen de su extensa biografía, también en gran parte construida por la CIA, Osama recién ingresó a la fama internacional tras la voladura de las Torres Gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.



Sobre su figura se tejieron todo tipo de historias, de dudoso origen y siempre favorables al ocultamiento de datos que lo vinculan al propio imperio que dice combatir con la ayuda de Alá.



Los intelectuales y los periodistas rentados se encargaron de construirle un "perfil" a tono con los gustos consumistas de la opinión pública, y sin mostrar las redes vinculantes de su biografía con la CIA y con las políticas colonizadoras de EEUU en el mundo árabe y musulmán. 



El líder de Al Qaeda fue fabricado de acuerdo a las necesidades del "nuevo enemigo", que el imperio necesitaba (tras la caída de la URSS) mostrar a la sociedad después de los atentados del 11-S, y que la inteligencia norteamericana utilizó para conseguir consenso local e internacional a sus nuevas políticas de invasión militar.



Al margen de sus antecedentes en el campo del "terrorismo internacional", Osama, que fue reclutado por la CIA para combatir contra los soviéticos en Afganistán a principios de la década del 80,  representa una innovación en el campo de la inteligencia militar americana.



Un producto acabado de la acción psicológica mediática orientada a direccionar conducta colectiva con fines políticos y de control social que los halcones de la Casa Blanca utilizaron en los momentos que la imagen de Bush decaía o que los problemas políticos estrangulaban a su administración.



Este costado mediático de la "leyenda Bin Laden" no fue suficientemente analizado o explorado por la prensa alternativa ni por los intelectuales críticos, más obsesionados por la figura "terrorista" de Bin Laden que por el uso mediático que hicieron EEUU, Europa y sus trasnacionales capitalistas de su  leyenda y de las apariciones de Al Qaeda posteriores al 11-S.



El uso mediático-político de la figura de Osama por parte de la CIA, queda opacado por la psicosis de terror montada masivamente alrededor de su figura y de la "Red Al Qaeda" en los años que siguieron a los atentados del del 11-S.



A lo máximo que han llegado los críticos y analistas de Bin Laden y del 11-S es a lanzar acusaciones o a deslizar sospechas sobre el aprovechamiento político (y/o la participación como ejecutora) de la administración Bush en los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono.



Si bien el objetivo esencial de esos ataques fueron la invasión a Irak y Afganistán, Bin Laden y la "guerra contraterrorista global" sirvieron luego para un rediseño estratégico de las políticas de conquista militar de mercados y obraron como un nuevo marco de expansión y ganancias para los bancos y trasnacionales del sistema capitalista en su conjunto.



El uso "multifunción" del terrorismo



Los expertos y analistas se concentran en el Bin Laden "terrorista", y pierden de vista los manejos mediáticos que se hacen con su imagen demonizada que inauguró una época en que los medios de comunicación sustituyen a los ejércitos en las funciones del control social sin uso de armas.



En términos estratégicos, con la leyenda mediática de Bin Laden y el peligro del "terrorismo internacional" a partir del 11-S el Imperio norteamericano (potencia locomotora unipolar del capitalismo) sustituía dos aspectos claves de su supervivencia como Estado imperial:


A) Lanzamiento de nuevas conquistas militares de mercados justificadas en la "guerra preventiva contra el terrorismo" y en la nueva doctrina de seguridad de EEUU emergente tras los atentados del 11-S.



B) Aplicación de una nueva lógica represiva y de control político y social (sustitutiva de las "dictaduras militares" setentistas) en los países dependientes bajo el argumento del "combate contra el terrorismo".



En primer lugar, la leyenda de Bin Laden y el "terrorismo internacional" servirían a Washington para justificar la existencia de un nuevo "enemigo estratégico" de EEUU y de la humanidad, cuya figura había desaparecido con la caída de la Unión Soviética que legitimaba con su presencia (y en el marco de la Guerra Fría) las guerras de invasión y la carrera armamentista que engordan las ganancias de las megacorporaciones del Complejo Militar Industrial y de los bancos de Wall Street que lucran con las "reconstrucciones" de los países conquistados.



En segundo lugar, la leyenda mediática de Bin Laden sirvió para justificar una nueva "doctrina de seguridad nacional" que tiene al "terrorismo internacional" y a las dictaduras del "eje del mal" que lo protegen como el justificativo esencial de las "guerras preventivas" que la maquinaria militar norteamericana lanzó tras el 11-S para apoderarse de mercados y de recursos naturales, principalmente petróleo.



En tercer lugar, la leyenda mediática de Bin Laden sirvió a la administración Bush para establecer un sistema de control político y social (realizado mediante la manipulación de conducta colectiva con el miedo al terrorismo) que fue utilizado tanto dentro de EEUU como fuera de sus fronteras cada vez que Washington necesitaba imponer su estrategia imperial o conseguir consenso internacional.



En cuarto lugar, con la leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo de Al Qaeda" Washington elaboró una nueva "hipótesis de conflicto militar" con la cual funcionan no solamente los ejércitos y policías de los países dependientes (como es el caso de América Latina) sino también los de las potencias capitalistas centrales, principalmente Europa y Rusia, socias encubiertas de las depredaciones y conquistas militares del Imperio yanqui.



En quinto lugar, y a nivel control político social (tanto en países dependientes como en las potencias centrales) la "guerra contraterrorista" sirve de justificación y de base argumental para la elaboración de legislaciones represivas y de "criminalización" de los conflictos sociales asociados con "actividades terroristas".



El espionaje ilegal lanzado por la administración Bush tras los atentados del 11-S en EEUU -posibilitado por la nivelación planetaria de la "guerra contraterrorista"- ya se está aplicando en la mayoría de los países dependientes, principalmente en América Latina, donde los gobiernos y ejércitos mantienen convenios y acuerdos de cooperación con el Comando Sur de EEUU para combatir al terrorismo.



En otras palabras, en un planeta sin "comunismo", sin golpes de estado militar ni guerras ínter-capitalistas, la leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional" sirven de justificación para el desarrollo expansivo de la industria militar y de las trasnacionales y bancos capitalistas que extraen su  principal tasa de rentabilidad comercial de las guerras y los conflictos armados.



En un planeta sin guerras inter-capitalistas, ya casi sin conflictos armados (al margen de Irak, Afganistán y Medio Oriente), la leyenda de Bin Laden y el "terrorismo internacional" sirvió (y sirve) para alimentar y justificar las estrategias expansionistas del Imperio norteamericano, para crear nuevos y potenciales mercados a la trasnacionales capitalistas de EEUU y Europa, y para mantener en funcionamiento a los complejos militares industriales que han encontrado en la "guerra contraterrorista" su nueva tajada ganancial en el  negocio armamentista.



Bien mirado, el uso "multifunción" de la leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional", excede las fronteras de EEUU y se convierte en lógica esencial de preservación política, militar y económica del sistema capitalista en su conjunto.



Con la "era Bin Laden" el "terrorismo" suple a la lógica del dominio por medio de la guerra militar convencional  y sirve como justificación global de las políticas de sometimiento y control social aplicadas por el sistema capitalista trasnacional con EEUU a la cabeza.

Reunido a mediados de septiembre de 2005 en el marco de la 60 Asamblea General, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó dos resoluciones de forma unánime haciendo un llamamiento a los Estados a reforzar la "guerra contra el terrorismo", tal como lo impusieron en agenda EEUU y Gran Bretaña.

De esta manera la Cumbre, integrada por 172 países, priorizó el "terrorismo" sobre otros temas en discusión como la ayuda al desarrollo y el combate a la pobreza, la promoción de la "democracia", el manejo de crisis humanitarias y de derechos humanos.

Cumpliendo con los deseos de Washington, mediante la Resolución del Consejo 1624, los líderes condenaron "en los más fuertes términos todos los actos de terrorismo con independencia de su motivación, cuándo y por quién sean cometidos, como una de las más serias amenazas a la paz y la seguridad" y reafirmaron "la imperativa necesidad de combatir el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones por todos los medios, de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas".

La  resolución hizo un llamamiento a todos los Estados a adoptar todas las medidas necesarias, incluida la prohibición por ley del incitamiento a cometer actos terroristas, denegando asilo a cualquier involucrado en estos actos, y cooperación para fortalecer las fronteras y combatir el tráfico fraudulento de documentos.

De esta manera, al imponer la "guerra contraterrorista global" nivelada como hipótesis de conflicto central para todas las naciones, EEUU reafirma su propia doctrina de "seguridad nacional" y agenda de "guerras preventivas" en todo el planeta.

La conformación de acuerdos militares y de "planes contraterroristas" por parte de esos Estados, aseguran, a su vez, que los complejos militares y la industria de la guerra sigan funcionando a full movilizando tecnología de punta y capital financiero con asiento en la catedral de Wall Street.

Las alertas de "máxima seguridad" (como las que ya rigen en Europa y EEUU) así como una revitalización y profundización de los "planes antiterroristas" (como se está haciendo en España, Francia e Italia) dan una nueva cuota de credibilidad al escenario de la "guerra contra el terrorismo" lanzada como la nueva cruzada de supervivencia de la humanidad.

En cada una de las invasiones militares para "terminar con el terrorismo" (Irak, Afganistán, y anteriormente, con Clinton, la invasión a Yugoslavia) las corporaciones armamentistas, petroleras, tecnológicas y de servicios del Complejo Militar Industrial norteamericano,  así como los megagrupos financieros y bancos de inversión de Wall Street, abrieron "nuevos mercados" y cosecharon millonarias ganancias con la ocupación militar.

Durante cada invasión para "destruir al terrorismo", las armamentistas aumentaron su flujo de ventas con las tropas ocupantes, las petroleras extrajeron y comercializaron petróleo favorecidas por el control sobre los Estados invadidos, las de servicios (incluidas las empresas de seguridad) concretaron multimillonarios contratos con el Pentágono, y los bancos y megaconsorcios de Wall Street levantaron ganancias multimillonarias financiando la "reconstrucción" de los países destruidos por los bombardeos.

Paradojalmente, en un mundo sin guerras militares convencionales, la "guerra contraterrorista global" (la "civilización occidental" contra el "eje del mal") posibilita que las invasiones militares capitalistas por conquista de mercados y el desarrollo expansivo y concentrador de las trasnacionales y bancos capitalistas se sigan realizando por "otras vías".

Bin Laden y el "terrorismo mediático"

Todo el proceso de "terrorismo mediático" con Al Qaeda y Bin Laden, desde el 11-S en adelante, se desarrolló en los medios de comunicación, principalmente en las cadenas televisivas, que trasmiten en vivo las imágenes de destrucción que a través de un ida y vuelta -feed baack- generan masivamente la psicosis terrorista a escala planetaria.

Su propia naturaleza de "terrorismo mediático" lleva a que el efecto Al Qaeda sólo pueda ser apreciado en el plano de las reacciones internacionales reflejadas por las grandes cadenas y agencias que nivelan un mismo "paquete informativo" para todo el mundo.

Sin la "globalización de la imagen" a Washington y la CIA les hubiera sido imposible crear la figura de Bin Laden como el mítico "enemigo número uno de la humanidad" tras la voladura de las Torres Gemelas, iniciando así la era de la utilización del terrorismo mediatizado como estrategia y sistema avanzado de manipulación y control social.

De esta manera, las operaciones terroristas de la CIA con Al Qaeda, con sólo cuatro bombas detonadas sincronizadamente a distancia (como ocurrió en Londres) pueden multiplicar infinitamente (casi como una bomba nuclear) los efectos políticos y sociales de la destrucción por medio de la difusión mediática manipulada y nivelada masivamente para todo el planeta.

El proceso de "miedo al terrorismo" es alimentado a su vez por las grandes agencias y cadenas internacionales que se encargan de difundir por todo el planeta, y como si fuera una novela de espionaje, versiones, trascendidos, comunicados, cartas, videos con  nuevas amenazas, "información secreta" sobre grupos terroristas, pistas "árabes", etc., etc., cuya usina matriz, en la mayoría de los casos, se encuentra en los sótanos de planificación de la CIA o del resto de la estructura de inteligencia norteamericana, o israelí.

Después de la masacre de Londres (igual que después del 11-S y el 11-M) la prensa internacional sólo habla y hace hablar al mundo de terrorismo.

En ese contexto, una noticia sobre terrorismo sólo puede ser tapada con otra noticia sobre terrorismo.

La "psicosis terrorista" es alimentada a su vez, y como si fuera una novela de espionaje, por rumores de nuevos ataques de Al Qaeda, cacería de supuestos culpables, e imaginarias "pistas árabes" o "conexiones islámicas" salidas de misteriosos archivos "secretos" de los servicios de inteligencia.

Los niveles de comprensión masiva sobre el "terrorismo de Al Qaeda" son pobres y lamentables: los analistas y periodistas del sistema -sin mecanismos de conexión en su tablero cerebral- comentan los acontecimientos según los principios y explicaciones de la "investigación oficial" de turno.

Repiten como monos parlantes lo que la CIA, el FBI, el M-16 y Scoltland Yard, y las usinas mediáticas de Washington les trasmiten a través de las "fuentes" y los comunicados oficiales.

Así como los atentados del 11-S en EEUU sirvieron para argumentar y justificar las invasiones de Irak y de Afganistán, el 11-M español y el reciente 7-J británico sirvieron -en distintas etapas- para frenar caídas abruptas de la imagen de Bush, tanto en la campaña electoral del año pasado como en la coyuntura presente, cuando se encuentra acorralado por denuncias y cuestionamientos a la ocupación militar de Irak.

Esta situación particular del "terrorismo mediático" como arma de manipulación política y social determina que sus causas y objetivos sólo puedan ser leídos en el plano mediático, y no en el marco del análisis político o estratégico convencional.

Osama, el ícono del terror

Tras el 11-S las "reapariciones" periódicas de Osama Bin Laden "amenazante" fueron un clásico en la prensa internacional.



Sus modus operandi fueron siempre los mismos:



Aparece, amenaza a Europa y a Estados Unidos con la guerra santa, promete atentados, asesinatos en masa con armas químicas y biológicas, y luego desaparece  tan misteriosamente como había llegado.



Su imagen, recreada hasta el cansancio por las pantallas de TV., ya resulta tan "familiar" como la del Che o la de Jesucristo.



Sus "apariciones" en videos de dudoso origen, y en cadenas falsamente opositoras a EEUU como Al Jazzeera, siempre generan inquietud y  estados de "alerta rojo" en EE.UU. y en las metrópolis europeas.



El desarrollo secuencial de sus apariciones tras el 11-S siempre obedecieron a un mismo patrón.



Al Jazeera muestra los videos con sus comunicados y amenazas, las cadenas estadounidenses y europeas los difunden por todo el mundo, y la CIA -con el resto de los servicios de inteligencia de las potencias centrales- anuncia todo tipo de catástrofes terroristas en ciernes, principalmente en Estados Unidos o Europa.



Después sólo hay que "relacionar" el recuerdo real de las masacres explosivas del 11-S, el 11-M, o el 7-J con la "imagen terrorista" de Bin Laden puesta en la pantalla.



Salvo excepciones (11-M y 7-J), ya casi no se necesita mostrar las huellas sangrientas del terrorismo real en vivo y en directo.



La sola presencia mediática del hombre del turbante (como ya se demostró en los comicios pasados en EEUU)  alcanza para producir los efectos psicológicos buscados.



Tras el 11-S la verificación material de los atentados, es sustituida por el temor a los atentados producido por los videos con la imagen de Osama Bin Laden o los íconos mediáticos de la "Red Al Qaeda".



Como el perro de Pavlov, los norteamericanos y europeos segregan adrenalina y consumen terrorismo condicionado, como si fuera verdadero gracias al sistema de inducción mediática que taladra constantemente en sus cerebros.



Si bien en Europa, en los últimos tiempos se empezó a manifestar un cierto "escepticismo" respecto de Bin Laden y Al Qaeda, los atentados en Londres del 7 de julio de 2005, sirvieron para avivar el temor a la presencia real del terrorismo en el mundo.



En el mundo real no hay datos precisos de la existencia o de la muerte de Bin Laden, y todavía nadie reveló como pudo escapar del cerco militar y de los misiles en Afganistán.



No hay quien se interrogue por qué la CIA, con sus infinitas redes de infiltración dentro del terrorismo islámico, no lo haya podido detectar ni asesinar. Porqué Osama desapareció sin dejar rastros, a pesar de que oficialmente lo buscan noche y día todos los servicios de inteligencia del mundo.



Los videos difundidos por Al Jazeera son de dudoso origen, y la mala calidad de su imagen y su audio no permiten determinar su veracidad ni la fecha de su filmación, no obstante la CIA y las cadenas mediáticas le otorgan veracidad difundiendo los comunicados sin ningún análisis.



Esta falta de análisis estratégico sobre el uso mediático-terrorista de la imagen de Osama, no se debe ni a la inocencia ni a la casualidad.



La tácita complicidad de la prensa internacional con las operaciones de la CIA, es un hecho que se revela en la dinámica de su propia estructura empresarial.



Sus intereses y negocios están asociados -por medio de complejos vasos comunicantes a las transnacionales y a los megagrupos financieros que operan en Wall Stret y en el Complejo Militar-Industrial.



Los grandes diarios, las grandes cadenas televisivas de EE.UU. y de Europa, forman parte del exclusivo club de las 200 multinacionales que se benefician de las conquistas militares-capitalistas por todo el planeta. 



La leyenda terrorista-mediática de Bin Laden esta construida a la medida de la nueva lógica expansiva del capitalismo transnacional.



Detrás de ese nuevo mito, Estados Unidos desarrolla su estrategia de conquista militar en Asia, Africa, América Latina y Medio Oriente.



Bin Laden -como ayer lo fue el comunismo soviético- es el nuevo legitimador social de las políticas de conquista militarista emergentes de la Nueva Doctrina de Seguridad norteamericana. Manuel Freytas



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