viernes, 5 de septiembre de 2014

Hasta Nunca Juan Carlos



La España que nos deja el Borbón


Se va y nos deja en herencia un país dividido, cuarteado por el odio, empobrecido, donde los ciudadanos de menos rentas asumen las deudas de otros y con la corrupción enseñoreándose de todas las instituciones del Estado. Se va como vino, con los engaños y mentiras de los amanuenses de la cosa real glosando hasta el empalago las virtudes de un Rey que ha sido de todo menos ejemplar y virtuoso. El muñidor de la partitocracia nos dice adiós. Tanto infierno le de Dios como miseria nos deja. No sabremos nunca la verdad. Tan sólo que la historia de España registró el 2 de junio del 2014 como la fecha del adiós de un infame regio.

Para que la casta política, empresarial, sindical y banquera siga saqueándonos y robando a manos llenas los últimos restos del Estado aún representado hace falta un sucesor, alguien que legitime institucionalmente y represente la continuidad de un sistema corrupto que roba y tiraniza a los españoles. Es extraño que PSOE y PP hayan aparcado sus diferencias para sellar una ‘pax mafiosa’ entre todos sus clanes. La continuidad de la Monarquía, nos dicen, no se discute. Así que lo que hoy toca es respaldar la coronación regia de un heredero menos deseado que José Bonaparte. Nos dicen que para garantizar la estabilidad de un sistema democrático que, entre otras dudosas virtudes, aparte de las ya enumeradas, ha traído consigo: desde la abolición de los derechos de los trabajadores, con la complicidad canalla de los sindicatos del sistema, hasta la privatización de la sanidad pública, previo saqueo por parte de la casta política. Entre tanto, legiones de descerebrados sin opinión, sin visión ni juicio, deambulan de aquí para allá, al acecho de lo que les caiga. Y por si fuera poco, la prensa española vierte estos días toneladas de mermelada sagrada para la elevación de Juan Carlos I al altar mayor de la democracia, junto a Carrillo y Suárez, otro que tal, igual que recién muerto Franco se aplicó en la perruna tarea de glorificar los servicios y méritos del Caudillo.

Mientras este país, abducido por la telebasura, siga arreando sus ganancias a la España borbónica, ahora en versión partitocrática, no hay nada que hacer salvo aguardar la inevitabilidad del fatal desenlace. Fernando VII y Carlos IV competían en lisonjas a Napoleón por sus victorias sobre los españoles. Isabelinos y carlistas anegaron en sangre la España decimonónica por un quítame allá esas pajas sucesorias. Ya en el siglo XX, Alfonso XIII abandonó ratunamente España tras las elecciones municipales de abril de 1931 y dejó sembrado en el camino la semilla de la guerra civil. 81 años más tarde, Juan Carlos I, entre furtivos lances amorosos, comisiones saudíes y rinconetes, cortadillos y urdangarines, ha dejado a España tan irreconocible que ha bastado la delirante demagogia de un gualtrapas con coleta para que la débil estructura del edificio se haya visto seriamente amenazada.

Como en la antesala del 1 de abril de 1936, la extrema izquierda vuelve a ser un clamor contra la Monarquía y por la República. Claro que si lo que proponen es una República tricolor como la del 31, virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Se sienten fortalecidos tras las elecciones del 25 de mayo. Desde la Transición la calle es de ellos. La derecha liberal solo vocifera cuando los intereses de la Conferencia Episcopal están en juego. La llamada derecha patriótica, ni eso. Lo suyo es el ‘agitprop’ en las redes sociales y las baladronadas patrioteras en el lugar casi nunca apropiado. Así que no es de extrañar que en este tema, como en todos los que han tenido lugar desde la Transición, no se la tenga en cuenta.

De todos los panegíricos que ensalzan estos días al Rey, me quedo con el de Luis María Anson. El caradura ha destacado la fidelidad del Juan Carlos I a la libertad y al progreso de los españoles como su principal acierto. “La fidelidad es la luz de la mente”, escribió hace no sé cuánto tiempo, no sé quién y no sé dónde. Todo lo cual me autoriza a firmar que la España borbónica es un país prácticamente a oscuras.

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